Si como yo peinas canas seguro que has leído el libro “La niña de la curva”. Básicamente se trata de un suceso que ocurrió en un pueblo. Un conductor iba por la carretera de noche y en una curva se encontró con una niña haciendo autostop.
Obviamente paró a recogerla.
El viaje transcurrió con normalidad y tranquilidad, iban en silencio. No se sabe muy bien por qué pero iban en silencio. En una curva, la niña apuntó al frente y dijo:
- ¿Ves esa curva ⚠️?
El conductor miró de reojo y dijo:
- Sí, la veo.
- Pues en esa curva me maté yo.
El conductor, giró la cabeza hacia su derecha y la niña había desaparecido 👻
Si has llegado hasta aquí leyendo seguro que tienes el ceño fruncido pensando: ¿qué libro ni qué niña muerta? Si eso no es un libro, es una historieta de las que se contaban en los pueblos.
Y eso mismo es lo que pasa en las compañías y los equipos.
Te cuento.
La historia de la niña de la curva, es una historia que se ha transmitido de generación en generación a base de ser contada. Nadie se ha parado a escribirla. Bueno, yo la he escrito y ya veis que no tiene mucha gracia.
Quizá sea mi inhabilidad narrativa.
La escritura tiene más años que las pirámides de Egipto y el ser humano se comunica desde hace decenas de miles de años. A través de historias.
Somos animales sociales, sí pero también somos animales que conectamos profundamente con las historias. Somos Homo Sapiens de segundo apellido Narrator.
Homo Sapiens Narrator.
Las organizaciones están repletas de narrativas. Lo que hacemos, cómo lo hacemos, por qué lo hacemos. Todo eso está sustentado por narrativas. La visión, la misión, no son más que una narrativa. Son meras palabras que se transmiten de unos a otros y donde cada uno mete sus pequeñas variaciones.
Como la niña de la curva, según el pueblo donde veraneases, la historia era un poco distinta.
No vengo a decir si las narrativas per se son buenas o malas. Las narrativas son. Existen. La clave está en tener claro que muchas veces actuamos en base a esas narrativas. De hecho, creamos narrativas a partir de otras narrativas.
“El equipo de marketing es muy poco accesible y siempre hay que estar pidiéndole las cosas varias veces”. Narrativa.
“Es que los ingenieros sois muy cuadriculados y no tenéis capacidad de adaptación”. Narrativa.
“En esta compañía, no se hace ni sola cosa bien, vamos de ñapa en ñapa”. Narrativa.
Narrativas everywhere 👐
La otra cara de la moneda es que existen narrativas que pueden ayudar a los equipos a avanzar y alinearse.
No es lo mismo “queremos llegar a 15 millones de euros porque así de jod… es el capitalismo y hay que crecer por coj…” que “queremos facturar 15 millones de euros porque nos permite colocarnos en un volumen de negocio por encima del 80% de las compañías de nuestra competencia y nos permite negociar mejores tarifas con nuestros clientes y así ofrecer mejores sueldos a los empleados”.
Habrá quien piense: “eso es mentira”.
Y es posible. Lo bueno y lo malo de las narrativas es que todas están sustentadas en partes de mentiras y partes de, digamos, evidencias de verdad.
Sin embargo, puestos a engañarse, mejor engañarse para sentir que alcanzamos objetivos con calidad y, por supuesto, sintiendo que profesionalmente avanzamos en nuestra carrera.
Por último, cuando se te pega la canción de la Macarena de los del Río, la única forma de que se te quite de la cabeza es que se te pegue la canción de la Barbacoa de Georgie Dann. Con las narrativas ocurre lo mismo.
Un clavo saca otro clavo.
Y en tu equipo,
❓ ¿Qué narrativas has localizado que os limitan?
❓ ¿Qué narrativas has localizado que os impulsan?
❓ ¿Qué narrativas crees que podían sustituirse?
❓ ¿Qué narrativas podrías instaurar en tu equipo?
Un abrazo, David.
P.D: nunca olvidaré los veranos mi pueblo. ¿Tú dónde veraneabas?