Tengo varias reglas despuĂ©s de terminar una carrera larga. La primera es comer todo lo que me apetezca, sin filtro đœïž. La segunda es dormir todo lo que me apetezca, sin avergonzarme de que sea demasiado pronto đŽ. La tercera no tomar decisiones importantes durante las dos semanas siguientes đ€š
Ăsta Ășltima es porque el estado emocional alterado puede obnubilar mi criterio. Pero tengo ninguna regla sobre escribir newsletters sobre cosas que me pasaron durante la carrera. Y sĂ, lo voy a conectar con la gestiĂłn de equipos, esta vez desde la perspectiva de la gestiĂłn del cambio.
AllĂĄ voy đ
Hacia el kilĂłmetro cincuenta y ocho del Gran Trail de Costa Blanca empezaba una gran subida. No la Ășltima pero sĂ de las Ășltimas durillas. Cuatro kilĂłmetros y casi seiscientos metros de desnivel positivo. DespuĂ©s de eso sĂłlo quedaban cuarenta kilĂłmetros mĂĄs đ
El caso es que todo parecĂa ir bien hasta que la cosa se empezĂł a poner seria. Cada vez mĂĄs cuesta arriba. Hasta ese kilĂłmetro de carrera habĂa ido bien (dentro de mi capacidad fĂsica y estado de forma). HabĂa estado bebiendo bien, comiendo bien y regulando el esfuerzo.
No dirĂ© que fuera coser y cantar đ
El caso es que empecĂ© a notarme flojo subiendo, sin energĂa, sin fuerza. FĂsicamente me notaba vacĂo. Y emocionalmente habĂa llegado hasta allĂ tranquilo. Pero el cuerpo se llevĂł un poco por delante a la cabeza.
El resto de compañeros corredores empezaron a adelantarme en la subida. Incluso uno de ellos que iba con la rodilla un poco dañada, me arrancĂł las pegatinas subiendo. En realidad, estas cosas son menos Ă©pico de lo que parecen đ¶
Y entrĂ© en el tĂșnel đ
De repente, se activĂł lo que yo llamo la lavadora. Pensamientos que van y vienen y que se mezclan unos con otros. âQuiĂ©n me mandarĂĄ meterme en estos berenjenales. No he entrenado lo suficiente. TenĂa que haber comido mejor en el avituallamientoâ. El cuerpo no ayuda porque fĂsicamente estaba en el hoyo.
Es un momento poco agradable đ
Pero es un momento agradable que puede pasar y, de hecho, pasa. Entras en el tĂșnel y tarde o temprano empiezas a ver la luz, porque la hay, y terminas saliendo.
En el tĂșnel, con la lavadora puesta, el cuerpo para hacer chĂłped y la capacidad de razonar por debajo del umbral un koala, cualquier cosa puede salir mal. Y en esos casos necesitas lo que yo llamo una estaca đ
ÂĄÂĄÂĄUn palooo!!!
Cuando estĂĄs en un proceso de cambio, sea buscado o no, o metido en un momento vital que tĂ©cnicamente se llama momentos de mierda, lo que haces y no haces es muy importante. Pero claro, sin fuerzas, fĂsicas y emocionales, y con el criterio para la toma de decisiones alterado puedes agarrarte a un clavo ardiendo.
Y no mola đ„
En esos momentos, es donde las estacas son tu anclaje. Son verdades a las que agarrarte que te ayudan a actuar, casi en piloto automĂĄtico, pero que te hacen avanzar. Son verdades indiscutibles que, en esos momentos, te ayudan.
Es una bonita forma de autoengaño.
En esos momentos de bajĂłn, de tener la cabeza dando vueltas sin sentido, de vacĂo emocional, me repito las mismas verdades. Mis estacas para las rutas de larga distancia:
đ Si te paras no avanzas.
đ Haces esto por elecciĂłn propia.
đ Es mĂĄs importante no parar de avanzar que avanzar rĂĄpido.
đ Nadie va a venir a buscarte aquĂ.
No, no son la fĂłrmula mĂĄgica para la vida. Son verdades que me he ido trabajando a lo largo de los años para esos momentos en los que estoy en el tĂșnel. Tanto en el deporte como en la vida.
Cada una de ellas tiene una energĂa distinta:
đ Actitud
đ Responsabilidad
đ Paciencia
đ Supervivencia
Las estacas hacen que empieces a ver la luz al final del tĂșnel porque al final del tĂșnel hay luz. Siempre. Para bien đ o para mal â ïž Y aquĂ viene el pero. Hay luz al final del tĂșnel PERO hay que llegar hasta allĂ para volver a la claridad.
Ver la luz al final del tĂșnel da esperanza, y ya. Lo que haces cuando la ves es lo que marca la diferencia. Una vez que empiezas a ver la luz al final del tĂșnel es el momento de volver a invertir, a esforzarse, a reflexionar sobre lo mĂĄs efectivo para salir de ahĂ.
En mi caso, la luz al final del tĂșnel fue llegar al Pico Aitana, a mil quinientos cincuenta y seis metros de altura. AllĂ arriba, pude reflexionar quĂ© no habĂa funcionado, quĂ© habĂa hecho mal y, sobre todo, cĂłmo podĂa recuperarme de aquel bache.
AĂșn metido en el tĂșnel.
PodrĂa vender los siguientes kilĂłmetros como una experiencia Ă©pica y maravillosa. Y no. Los Ășltimos kilĂłmetros, sobre todo los Ășltimos veinte, fueron duros. Muy duros. No sĂ© si porque no me habĂa recuperado fĂsica o emocionalmente de la subida al Aitana.
đ Todos vivimos de esos momentos en nuestra vida.
đ Todos hemos estado y estaremos en el tĂșnel.
â Todos intentaremos tirar la toalla en algĂșn momento dado.
Lo que marca la diferencia en esos momentos son las estacas a las que te agarras para salir de ahĂ. Y sĂ, quejarse estĂĄ bien. Durante un rato.
Y ya.
DespuĂ©s, recuerda, nadie va a venir a buscarte aquĂ.
â ¿CuĂĄles son tus estacas para esos momentos?
Un abrazo, David.