Hace unos cuantos años, cuando aún no peinaba canas, fui a casa de un amigo del gimnasio. Vivía en un apartamento muy apañado donde vivían él, dos perros y un loro. Pelo, pico, pata.
Hoy quiero hablar en concreto del loro y sus habilidades para la gestión de equipos.
El caso es que Coco, que así se llamaba el susoducho ave, era un loro de cola naranja. Doy este detalles tan concreto porque al parecer este tipo de loro establece relaciones con su pareja de forma muy estrecha y es para toda la vida.
Yo no lo sé, nunca he tenido de pareja un loro.
Coco había establecido una “relación de apego” con mi amigo y, claro, éste tenía que irse a trabajar cada mañana y al parecer el loro se deprimía… Lo que te decía, que son animales muy sentidos.
A mi amigo se le ocurrió la brillante y divertida idea de ponerle la televisión cada mañana cuando se iba a trabajar para que el loro tuviese compañía. Yo me pongo música mientras trabajo para concentrarme mejor. Ni la escucho pero ahí está “haciendo compañía”.
Aquí viene lo gracioso.
El loro se pasaba el día viendo telenovelas, las tertulias de la mañana o cualquier otra cosa que pasase por la caja tonta. Y claro, aprendía de todo… Y lo repetía. Todo el rato. En bucle.
Silvaba cuando pasaba alguna persona por la calle, se decía a sí mismo ¿dónde estás Coco? Coquito guapo. Ladraba como sus compañeros de piso perrunos. Y a veces gemía… No le quise preguntar a mi amigo.
El caso es que su estrategia es buena. Repetir el mismo mensaje una y otra vez. Fíjate si es buena que de esto puede hacer 15 o 20 años y aún lo recuerdo como si hubiera pasado hace dos días.
Y esto tiene que ver con gestión de equipos.
A menudo me encuentro con managers que se encuentran en proceso de adaptar la forma de trabajar de su equipo y se acercan a mí frustrados: “David, no sé qué más hacer, le he dicho al equipo una y mil veces cómo quiero que trabajemos y ya estoy un poco cansado”.
Apunta porque viene frasecita.
En esos momentos es cuando yo tiro de frase que he debido robar a alguien pero ahora mismo no sé muy bien a quién. También es aplicable si eres padre y tienes hijos pequeños, de entre 1 y 30 años. Apunta:
“Cuando te has cansado de decirlo, han empezado a escucharlo”.
Y efectivamente así es. Las personas funcionamos bien cuando automatizamos. Automatizamos a base de repetir acciones. Y no sólo acciones sino también hacemos nuestros mensajes o ideas a base de repetirlas.
El marketing de hace unos años sabía mucho de esto.
Y ¡ojo! No te estoy diciendo que repitas el mensaje una y otra vez como el loro de mi amigo. Tampoco te recomiendo que les ladres o les eches piropos. La clave está en hacer llegar el mensaje. Al estilo del capítulo de los Simpsons donde invitaban a los niños a alistarse en la marina: subliminal, liminal y superliminal.
Es decir, cambiando el canal, la forma, el mensajero, el momento. Pero el mismo mensaje una y otra vez. Y no, gritándolo como en los Simpsons no te es buena estrategia.
Y aunque suene a ser pesado, la clave es pensar que ese mensaje que les estás lanzando, es importante por una razón. Así que cuando estés empezando a cansarte del mismo mensaje, piensa lo que hay detrás del mensaje, el para qué lo haces. También reflexiona sobre si tú eres la mejor persona de la que escuchen este mensaje.
Sé de lo que hablo, a menudo, como agente externo a las organizaciones sólo traslado los mismos mensajes que me transmite la dirección de la misma y a mí suelen escucharme un poquito más. Tampoco te creas que mucho más.
Para que empiece a calar el mensaje yo uso la estrategia del loro.
Un abrazo, David.